Historias noveladas de personajes célebres, "Familia Arriola, una familia circense"

Familia Arriola, una familia circense




 

Vizcaya 1865

    El frío invernal de una mañana de enero, pasadas las cuatro horas y media en el reloj de la iglesia, cuando la gente dormía y sólo se interrumpía el silencio por algún gato persiguiendo a su gata, para poder entrar en calor. En las puertas de la casa cuna Arriola se escucharon dos fuertes crujidos de puerta y tras ellos el llanto de un niño que parecía que se estaba helando.
    Corriendo hacia la puerta y con miedo a lo que pudiera haber tras ella, cuatro mojas temerosas, abrieron el portón, la primera con la cabeza fuera y el cuerpo aún dentro de la casa, descubrió un jirón de ropa y en ella, arrullado un niño, que más que llorar, bramaba de frío. La puerta se abrió de par en par y las cuatro hermanas, asieron al niño y le dieron cobijo. 

    Una de las hermanas, la que lo vio primero, que era de San Isidro, (Aldekona), gritó a las otras tres:

    –Se llamará Isidro, en honor a mi pueblo, – y así se hizo.

    El niño se crío rodeado de más niños, disfruto con ellos y con una monjita novicia que para divertirlos se pintaba la cara con un carbón apagado y polvos de talco. Les cantaba y les hacía de todo tipo de juegos. Isidro Arriola, que fue el apellido que tomó, al criarse en la casa cuna Arriola, fue creciendo y tomó el puesto de esa monjita. 

    Le encantaba hacer reír a los niños. Antes de cumplir la mayoría de edad, (en 1880), que en la época era los veintiún años, con las lágrimas en los ojos, vio como sus pasos se alejaban del que había sido su hogar. Pensaba en esa madre que dejaba, (la monjita payasa), que ya era la superiora de la casa cuna. 

    Con tan sólo quince años, tomó rumbo a Andalucía y sin tener claro aún donde pararían sus cansados pies, decidió descansar en un pueblecito al lado de Sevilla. Sólo pensaba en su cama en el calor de su cama.

    –Bendita cama si te tuviera aquí ahora – decía al llegar a una posada.

    Pregunto a un herrero, cuál era el nombre del pueblo, al escuchar el nombre se quedó boquiabierto; el herrero le repitió cinco veces el nombre, Camas y entonces Isidro Arriola, creyendo que era una señal por el pensamiento en su cama, supo que ese sería su nuevo hogar.

    Al año de establecerse en Camas, donde trabajaba como ayudante en una caballeriza, conoció a una joven guapísima de pelo negro a juego con los ojos y una sonrisa blanca como el marfil. Era tan bella que el sólo se repetía una y otra vez: 

    –No Isidro, no, no tienes ninguna esperanza. 

   Una tarde de agosto de 1881, Isidro paseaba con unos amigos y la vio paseando, al pasar justo a su lado lo miró y su boca rosada se llenó de marfil. 

  Sin pensárselo dos veces, Isidro Arriola, le preguntó, mientras pensaba al mirarla, ¡¡¡no tengo ninguna esperanza! 

    –¿Y esta flor, que nombre tiene? – Ella con las mejillas sonrojadas y los labios llenos de marfil le contestó: 

     –Esperanza. Isidro no se lo podía creer, era otra señal, o ¿quizás, detrás de toda señal estaban esas monjitas que rezaban por él?

     Isidro Arriola y Esperanza Ibás, se casaron en enero de 1882, y montaron un pequeño espectáculo llamado, “Los Arriola”. 

   Conforme la familia aumentaba, las carpas se iban sumando, llegaron a juntar once hijos, todos trabajaban en el circo junto a la familia. 

     Hasta aquí la historia se puede parecer a la realidad, pero los únicos datos que tengo son los recuerdos de la nieta de Amparo Arriola y por supuesto documentación fotográfica.

    No voy a dar los nombres de todos ellos, sólo centrare la historia en la menor de ellos, Amparo Arriola Ibás.

   En 1921, Isidro Arriola contaba con 56 años y su esposa Esperanza Ibás 40 años, 10 hijos y a punto de dar a luz al Enésimo. 

  El circo Arriola, estrena en Villa Nueva de Castellón (Valencia), mientras Isidro preparaba su número estrella con tres de sus hijos, Esperanza dio el último fruto del árbol de su vida, bajo el amparo de una de sus hijas, cuando Isidro entro a la caravana, y vio a la mujer aun asida a su bebé por el cordón umbilical, se quedó boquiabierto, Esperanza le dijo a su marido:

    –La niña ha sido el único amparo que he tenido, – corriendo hacia él bebe, Isidro vio que se trataba de otra niña, y, como era tan crédulo en las señales, dijo con voz, autoritaria:

    –¡Amparo!, se llamará Amparo.

   El circo Arriola, se trasladaba por todas las ciudades de España. En 1936, el circo ondeaba su bandera en Almería, y al estallar la guerra se quedaron residiendo en Almería todo un año. Un joven viudo de 26 años y con tres hijos, se integró al circo. El joven tocaba el saxofón y formo parte en el show de los payasos, pero él actuaba como Pierrot.

    En 1937, Isidro aconsejado por el gobernador del lar, cogió a su familia y a todos sus empleados y viajaron rumbo a Venezuela, el joven saxofonista, José González Fava, dejó a sus tres hijos, (Pepe, Benedicto y Narciso), en una casa cuna para poder viajar con el circo, con el propósito de hacer algún dinero, que en esos días estaba escaso.

   El joven José, tomó el nombre artístico de Don Pépi. En Venezuela fue todo un éxito y la joven Amparo cada día que pasaba más se fijaba en el Pierrot, diez años mayor que ella.

   Pasados dos años, en 1939, bajo la carpa y con la vista de cientos de venezolanos, Don Pépi, hizo un solo de saxofón, y mirando sobre su cabeza volaba la joven Amparo, que contaba con 18 primaveras.

   Cuando el público se levantó, llenando la carpa de aplausos, el joven Pierrot asió un micrófono y con voz entrecortada pidió matrimonio a la joven Amparo. En agosto de 1940, José González, contrajo matrimonio con Amparo Arriola, bajo la carpa de su circo, y, rodeados por todos los componentes del circo. Ese día se representaba el mejor número circense de Doña Amparo Arriola y Don Pépi.

    El 1 de junio de 1948, el circo Arriola levantaba carpas en su España, concretamente en Salamanca. El recibimiento fue espectacular, todos los representantes de la ciudad los acompañaron en una glamurosa bienvenida. Quince días después, el joven matrimonio, comenzó su mayor aventura, doña Amparo Arriola, dio a luz a su mayor tesoro, una niña a la que pusieron por nombre María del Carmen González Arriola.

    El circo debutó por todas las ciudades y pueblos de España, a la pequeña Mari Carmen que ya contaba con 5 años, le diagnosticaron meningitis, y el médico les aconsejo que debían retirarse a vivir a un lugar seco, fue un gran golpe para Doña Amparo y Don Pépi, su más preciado tesoro se encontraba mal y tenían que protegerlo.

   Tras muchas noches meditando cual sería ese lugar, recordaron un pueblecito de Granada, donde el seco frío entumeció los huesos de la pareja una noche de ronda, y sin pensarlo dos veces cogieron algo de ropa y se dirigieron a Cúllar. Agotados por los dos días de viaje, se instalaron en un pequeño hotel llamado Venta del Ángel.

    A la semana de instalarse en Cúllar, el 7 de febrero de 1953, echando mano de unos ahorrillos alquilaron un hostal anexo al cine Cervantes, lo llamaron Hostal Arriola, (Hoy Hostal Granada). La aventura Circense sólo la desarrollaban en las temporadas del circo, de primavera a otoño.

    En 1956 a Doña Amparo le propusieron la que sin duda fue la mayor de sus actuaciones, no sólo compartiría el trapecio con la conocidísima actriz Gina Lollobrigida, sino que también sería ella, (ya que fue su doble en la película Trapecio), codeándose con el mismísimo Tony Curtis y Burt Lancaster.

    En 1960, cuando Mari Carmen contaba con 12 años, Doña Amparo y Don Pépi, bajaron el telón y dejaron el saxofón, el trapecio, y Hostal Arriola. Su nueva aventura empezaría justo en frente, en el Hostal Restaurante La Parada. 

    En 1965 Doña Amparo se hizo cargo del Hostal junto a su hija Mari Carmen, Don Pépi entró como municipal en el ayuntamiento de Cúllar. La jovencita Mari Carmen se fijó en un joven galán de Cúllar, Lorenzo Miras. Salían juntos en un grupo de amigos, y empezaron un noviazgo que duró hasta el 11 de Octubre 1970, año en el que contrajeron matrimonio en la Iglesia de Nuestra Sra. De la Anunciación, junto a sus padrinos María Josefa Martínez Burgos y José González Fába. El enlace lo oficio el párroco don Francisco Domingo Loren.

    En 1971, un año después del enlace tendría lugar el mejor y el peor acontecimiento de su vida, Mari Carmen dio a luz a su primer hijo, dos días después le sorprendió una muerte súbita.

    En 1973, volvería a vivir por segunda vez, el mejor y el peor acontecimiento de su vida, Mari Carmen dio a luz a su segundo hijo, el llanto del pequeño enmudeció de muerte.

   En 1975, con el miedo en el cuerpo y las ganas de ser madre, Mari Carmen dio a luz a una niña, la bautizarían con el nombre de María José. Mari Carmen y Lorenzo se desvivieron por ella, al igual que Doña Amparo y Don Pépi.

    En 1980, nació fruto de un gran amor el que sería el cuarto hijo del joven matrimonio, aunque el segundo vivo, le bautizaron con el nombre de José Antonio, la familia comenzaba a crecer.

    En 1981 nació el benjamín de la casa, le bautizarían con el nombre de su progenitor Lorenzo. En 1992, el solo del saxofón se silenció para siempre, el Pierrot Don Pépi cerraba sus ojos.

    La familia quedó desolada pensaban que nada peor podía pasarles, nada más lejos de la realidad, en 1993 Mari Carmen, la única hija de Doña Amparo y Don Pépi se dormía para nunca más despertar.

    El dolor unido al desgarro, dejaron huella en esa familia de circo, la trapecista por primera vez sintió vértigo, y como si de una promesa se tratara se dedicó única y exclusivamente a ayudar a su yerno y a sus tres nietos.

   María José Miras González, nieta de Doña Amparo, en agradecimiento a todo lo que su abuela había hecho por ella y por sus hermanos, la cuido hasta el último día, en 2005 Doña Amparo contaba con 83 años cuando su corazón dejó de latir. Dª Amparo agarraba la mano de su nieta que era el mismo retrato de su madre, sus ojos se llenaron de luz al creer que era su hija la que le tendía su mano. 

    De la familia González Arriola, salió un nuevo artista, su nieto José Antonio Miras González, pero en su caso su arte lo dedicaría a las artes plásticas, bajo el seudónimo Lavín Lafresh, en su curriculum muestra varias exposiciones y desde aquí os invito a que conozcáis su obra.

   Gracias a María José Miras González, que me confió la historia de su familia, para que todos podáis disfrutar de ella. El día que me reuní con ella, fue curioso, yo estaba emocionado con la historia que vivieron sus antepasados, me facilito toda clase de documentos y os contaré una anécdota que me puso los pelos de punta.

    Fue un momento emocionante, María José abrió la cartera de su abuela después de seis años, estaba temblando, le pedí que no lo hiciera, pero ella insistió en que era el momento de hacerlo.

    Al abrirla, descubrió una agenda con todos los teléfonos de todos los hermanos y sobrinos de Doña Amparo, estaba emocionada, me preguntó que hacía, que si los llamaba. La vi tan emocionada, que la anime a que lo hiciera, fue un momento precioso, un reencuentro de emociones y sentimientos, en media hora se pusieron al día de todo lo corrido, como si no hubiese pasado el tiempo.

    Al colgar el teléfono se le veía la cara de felicidad y sin pensárselo llamo a su padre Lorenzo, para contarle la dicha. Y hasta aquí la historia de una familia Circense de Cúllar.
 
                                     Cúllar a 12 de marzo de 2011


            

                                    Pedro L. Torres, "El Saúco"






Agosto de 1965:

    Aquella calurosa tarde de verano, la platea del cine Cervantes no dejaba de recibir público. El pasillo central parecía una pasarela de modelos. Muchachas rubias, morenas, castañas; trajes rojos, blancos, azules, amarillos...Los hombres lucían sus mejores galas, su cabello, que horas antes peinaron en sus casas, resplandecía a causa de la brillantina.

    Los aromas de los perfumes se mezclaban con el calor, dejando un gusto a almizcle en las gargantas del público.

    En casa de José María y Maruja, aún discutían si estaba bien o no que su joven Rosa acudiese a ver la obra teatral que habían preparado los jóvenes del pueblo, ya que su prometido, Rafael Salvador, estaba prestando el servicio militar.

   José María guiñó un ojo a su pequeña, y ésta, devolviendo una sonrisa cómplice a su padre, cogió un pañuelo y lo ató a su cuello. Corrió hacia el brazo de su progenitor, y lo agarró fuertemente, mientras apoyaba la cabeza sobre su hombro. Maruja sonrió al ver lo orgulloso que iba su marido con su pequeña Rosa.

    La obra de teatro aún no había comenzado. Mari Carmen Cobos hacía su entrada en el cine Cervantes y las cabezas de la platea giraban a su paso admirando la belleza de la joven. Tras ella, la familia Martinez Burgos. Rosa al ir escoltada, pareció pasar desapercibida.

    El escenario se iluminó, mostraba un salón con un mayordomo que acudía al sonido de la puerta que presidía la sala. La abrió, y tras ella apareció, D. Claudio, (Antonio García, “El Maestrillo”), los aplausos inundaban todo el teatro. Estaban estrenando la obra: ”El orgullo de Albacete”.

    La gente estaba encantada. Risas, alguna que otra lágrima, y aplausos, muchos aplausos.

    Al acabar el primer acto de la obra, el escenario se llenó de pequeñas niñas cantando y bailando. Tras los bailes una pequeña de siete años, Asun Torres Jaraba, empezó a cantar y bailar "Soy la bella lechera del cuento”.

    La obra continuó mostrando personajes super realistas que, en algunos casos, se confundían con quienes lo interpretaban. ¡ Qué buenos actores, y qué buen escenario! El cine Cervantes.

    Cuando la obra parecía haber acabado, Fernando Rull apareció sobre el escenario y comunicó a todos los presentes la idea que días antes, Joaquina, Antonio Lorca y él habían decidido llevar a cabo.

    Llegó el momento que con tanto celo habían guardado: la elección de las que serían Reina, Miss, y Damas de Honor. Hacía años que no se hacía un acto así. Joaquina encontró, entre los álbumes de su madre, una foto de una Miss de 1936, María Cano Martinez, y se les ocurrió la idea de recuperar la tradición perdida. Querían darle bombo y platillo recuperando el glamour que reflejaba aquella vieja foto, que Joaquina aún guardaba en su bolso.

María, aquella mujer que fue reina por un día, se encontraba entre los presentes 28 años después de su reinado, disfrutando de una noche de teatro, sin esperar volver a vivir aquellos maravillosos momentos de sus años de juventud, que creía olvidados .Los recuerdos invadían su mente, y una emoción inundó su ser.

    Tras un breve murmullo, todos los presentes cogieron papel y lápiz , y anotaron los nombres de las que creían más guapas, simpáticas o eran de su agrado.

   Tras un largo recuento de los votos, Fernando volvió al escenario y presentó a las elegidas.

    “Querido pueblo, sin más dilación, paso a nombrar a las Damas de Honor 1965. Posteriormente, daremos el nombre de la Reina y Miss 1965, que serán coronadas el día 26 de la mano de nuestro alcalde “

    Mari Pepa Aguaza, Dolores Simón, Joaquina (La de Fermín) , Ángeles Teruel, Matilde, y Pepa Damas de Honor 1965

   Miss Cúllar 1965, Mari Carmen Cobos García.

   Reina de las fiestas 1965 Rosa Martinez Burgos.

    La Platea rompió en un fuerte aplauso.


    26 de agosto de 1965

    El balcón corrido del ayuntamiento esperaba engalanado para la fiesta, a la Miss, Reina de las fiestas y Damas de Cúllar.

    La emoción que se vivía en la plaza era algo casi celestial, no cabía un alma en aquella plaza. Las damas hacían su aparición poco a poco.

    De repente, la multitud abría paso a un gran coche negro, que paró a las puertas del ayuntamiento. Bajó del coche un señor vestido con un traje negro, camisa blanca y una corbata de color. Abriéndose paso, corrió hacia la puerta trasera del vehículo, y la abrió despacio, como si quisiera ocultar el máximo tiempo posible lo que había dentro. Un silencio casi sepulcral, fue roto por aplausos y vivas al ver asomar dos bonitos zapatos blancos. 

    Aquello parecía emular el mismísimo cuento de la Cenicienta, aunque esta vez la protagonista era la ya Reina de Cúllar, Rosa Martínez Burgos.

    Acompañada de su novio Rafael, que pidió un permiso especial para estar junto a su prometida en un día tan especial para ella, se abrieron paso hasta la entrada del ayuntamiento. Al instante, ella apareció sola en el hermoso balcón saludando a todo el pueblo.Parecía una Reina de verdad, al igual que sus Damas.

    La entrada de la Miss, Mari Carmen Cobos García, no fue menos calurosa. La plaza se rompía con silbidos, aplausos, y gritos de elogios a la guapa del pueblo.

    Aquel vestido blanco entallado a la cintura, con dos pinzas en el talle a forma de capa, se movía al mismo son que movía sus caderas. El escote palabra de honor resaltaba un estilizado cuello adornado con un collar doble de perlas blancas a juego con unos sencillos pendientes, que no le restaban belleza a sus grandes ojos. Coronada con un gran moño y una tiara de pequeñas perlas, y asida del brazo de su novio, Emilio Latorre, cruzó el umbral del ayuntamiento casi flotando por la emoción.

    Al llegar al balcón se fundió en un gran abrazo con Rosa y esta vez las dos, junto a sus Damas, saludaron a sus paisanos como en un bonito cuento de princesas.

    Sólo deciros que, por lo que unos y otras me han contado, así pudo ser y he querido hacéroslo llegar a través de estas líneas escritas más con el corazón que con la razón.

    Sólo me queda deciros a vosotras, las jóvenes de hoy, que os dejéis ser Reinas por un día, porque según vuestras antecesoras este día no se olvida nunca.

    Gracias a Joaquina García, Antonio Lorca,José García Mesa, Rosalía Sánchez, Cielo Sánchez, Conce García, Antonio García,”El Maestrillo”, Fernando Rull, Paco Aguaza y alguien más, seguramente, cuyo nombre desconozco. Ellos fueron quienes rescataron este día que quedó dormido en 1936.

                                                                                                                     
                                                                                              


                                                                                                 Pedro L. Torres, "El Saúco"





 

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